RESUMEN ‘Negros’ y ‘Blancos’ en Buenos Aires. Repensando nuestras categorías raciales" de Alejandro Frigerio

FRIGERIO, Alejandro. (2006) ‘Negros’ y ‘Blancos’ en Buenos Aires. Repensando nuestras categorías raciales. En: Maronese, L. (comp.)  Buenos Aires Negra. Identidad y cultura.  Comisión para la Preservación del Patrimonio Histórico-Cultural de la ciudad de Buenos Aires, pp. 77-98.

Por María Eugenia Fernández  y   
María Eleonor Cornavaca

El tema del artículo que nos ocupa son las categorías raciales de la sociedad porteña. El autor analiza cómo han funcionado estas categorías ocultando a los negros en Argentina, construyendo un discurso sobre la blanquedad y cómo han reproducido las diferencias sociales.  El objetivo es entender la lógica que se esconde detrás de las clasificaciones para poder comprender las prácticas cotidianas de discriminación y la reproducción de la estratificación social.  El autor problematiza el discurso de la historia oficial y popular, y el sentido común del argentino  que sostiene que no hay negros en el país y por tanto no habría aportes de este grupo en la cultura y la vida social.


El autor plantea que en Latinoamérica es más importante el color que el origen genético en la clasificación racial. Ser negro es una condición negativa socialmente. Frente a esto se construye todo un discurso sobre la blanquedad porteña, a partir de la invisibilización de los rasgos fenotípicos negros a nivel micro. Son vistos como negros sólo aquellos de tez bien oscura y cabello mota.  Con esta lógica de clasificación el grupo negro en Argentina queda muy reducido y por tanto no existirían aportes a la vida cultural y social del país. La invisibilización de los negros se produce no sólo en la narrativa dominante de la historia argentina sino también en las interacciones sociales de nuestra vida cotidiana.

A partir de este momento el autor analiza cómo esa blanquedad es una construcción social, que se realiza a partir de distintos mecanismos. Uno de ellos es el ocultamiento de los propios rasgos y la negación de los antepasados negros. Otro mecanismo utilizado por el Estado fue la incorporación de la categoría “trigueño”, a partir de la cual los afro descendientes de piel más clara quedaban incluidos en los censos dentro de la población blanca perdiendo de esta manera cualquier tipo de vinculación con una ascendencia africana. A partir de esta práctica, se habría producido un descenso de la población negra en las estadísticas oficiales en el siglo XIX.  En las primeras décadas del siglo XX se desvinculó también a los  “pardos” de la ascendencia africana. Progresivamente sólo quedaron dos rasgos fenotípicos para definir al “negro verdader0”: el color bastante oscuro de la piel y el cabello mota (el  “negro mota”).

Durante la década del 40 y 50 se produce un nuevo desarrollo del sistema de clasificación racial. Con las migraciones internas llegan a la ciudad grupos provenientes de las provincias de tez oscura que son denominados por el porteño “cabecita negra”, una nueva amenaza a la “blanquedad”de la sociedad urbana. Aunquealgunos autores plantean las implicancias políticas, sociales, culturales e incluso territoriales del término, Frigerio insiste en que  la categorización principal que sigue operando es la racial. Una de sus principales hipótesis es que se produce una re-aplicación del esquema cognitivo que se utilizó para caracterizar a la población subalterna de fines del siglo XIX.  Para argumentar esta última afirmación, analiza cómo la sociedad porteña caracterizó de manera similar a los negros de dicha época y a los cabecitas negras, los nuevos “negros”. Releva como se construyó una imagen negativa de estos grupos desde diferentes espacios. Los medios de comunicación, el arte, el estado los presentan como sucios, vagos, poco confiables, con propensión a engañar, cómicos,  amenazadores. Así también en la década de los 40 y 50 se atribuirá a los cabecitas negras similares características: son vagos, poco confiables, indolentes, maleducados, una amenaza para esa argentina moderna, europea y blanca que se quería sostener. El autor destaca la persistencia de la categoría racial que sigue operando detrás del término negro que incluye en la actualidad al negro mota, al cabecita negra y al villero.

El autor llama la atención sobre el hecho de que en Argentina las desigualdades sociales se piensan desde el concepto de clase, sin descubrir que también están operando prejuicios raciales, que están implícitos en las prácticas cotidianas de los porteños. El color de la piel y otros rasgos fenotípicos influyen en las inferencias, en las valoraciones y en las actitudes hacia los otros. Frigerio sostiene que el color de la piel es un factor que llega a impedir la movilidad social a pesar de que no suele jugar como variable en los análisis de la desigualdad social.

El autor concluye que en el imaginario porteño hay una asociación entre pobreza y negritud. Continúan vigentes los discursos y las prácticas raciales que ven en el otro la amenazaal deseo de ser  blanco, europeo, parte del primer mundo. Pareciera que para la Argentina el negro es la imagen más fuerte de alteridad. Para el hombre de Buenos Aires el negro es el Otro más cercano, con el cual convivió desde la época de la esclavitud hasta la actualidad  mezclándose con él. Por eso la necesidad de ocultarlo, excluirlo, expulsarlo de la sangre, de la familia, de la ciudad, de la cultura y de nuestra historia.
                                               
Resumen de Ma. Eugenia Fernández 
y Eleonor Cornavaca
Resumen de Alexis Díaz-Moyá

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